Había una vez un muchacho de Minnessota que se había enamorado
de una muchacha de allí. El chico se insinuaba sutilmente lamiendo sus labios
libidinosamente o haciéndole el gesto de la V con los dedos. La moza había
amenazado con denunciar al acosador por ser un pervertido y un colgado, pero
nunca jamás imaginó que pudiera llegar tan lejos. Un día la chica lo sorprendió
haciendo gestos sospechosos sobre su escritorio. Nuestro protagonista,
llamémosle Jonha Bosuelto, estaba dejando la marca como los perritos. La chica
había notado hacía tiempo que su escritorio rascaba un poco, pero lo
achacaba a los típicos mocos. Daba asco, pero menos.
Así pues la muchacha llamó a la policía y se lo comentó: “Oiga
miren que tengo un compañero de trabajo que se corre en mi mesa”. Lo habitual,
¿quién no ha tenido el típico compañero pesado que te deja su semilla en la
mesa? El típico que tiene mala leche, vamos. Total que una vez en comisaría el
chico confesó que había eyaculado cuatro veces en su escritorio y dos… ¡en su
café! Para demostrarle lo mucho que le atraía. Me da que Johna estaba mirando
el manual del ligón equivocado. Me lo imagino en su casa mirando el manual con
el pene en la mano y diciendo: “¿Qué puede estar fallando? ¿QUÉ?
¿Es porque no tomo suficientes vitaminas?”
El hombre puede ser condenado incluso a un año de cárcel y
una multa de 4500 dólares por ser un depravado y por hacer a su manera los café
macchiato. La chica comentó que había notado hacía tiempo un sabor raro en el
café, pero lo achacó a que la crema estaba en mal estado. A partir de ahora la
leche condensada no la verá de la misma forma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario